Grandes pasos es un testimonio narrativo de admirable honestidad emocional. Su mayor virtud reside en la voz auténtica de su narradora: una voz íntima, femenina y sin artificios, que se sostiene con coherencia a lo largo de toda la obra. La autora construye un relato con sensibilidad narrativa que entrelaza recuerdos crudos y momentos luminosos con la misma naturalidad con que se vive la vida.
A lo largo de más de cincuenta capítulos, la obra mantiene una estructura narrativa coherente, con escenas bien segmentadas y una progresión emocional sostenida. La transición entre diferentes etapas se da sin rupturas ni contradicciones internas. El testimonio se enriquece con una oralidad bien cuidada, que refleja no solo la forma de hablar de su narradora, sino también el imaginario emocional de la mujer popular.
Uno de los grandes logros del texto es la consistencia del tono: íntimo, directo, a veces risueño, otras veces doloroso, pero siempre auténtico. La obra evita el sentimentalismo y apuesta, en cambio, por una emoción contenida y eficaz, que conmueve por lo que sugiere más que por lo que declara. Frases como “soy todo terreno” o “para dar sombra” operan como núcleos simbólicos de resiliencia, legado y transformación personal.
Narrativamente, la autora combina de forma efectiva escenas sensoriales, frases de sabiduría popular y reflexiones existenciales, construyendo un testimonio que no solo narra hechos, sino que transmite una forma de estar en el mundo. Expresiones como “a lo hecho, pecho” adquieren en el relato una profundidad afectiva que trasciende la anécdota.
En suma, Grandes pasos es un acto de memoria consciente y generosa. Es un libro que honra el pasado sin idealizarlo, que asume los dolores sin victimismo y que ofrece, en cada página, un testimonio lleno de gratitud, dignidad y coraje… y con sombra para otros.